Para los que acostumbramos guardar cosas. Un hermoso mensaje digno de compartir.
Nos pone a pensar en que no solamente se debe compartir lo que nos sobra
(Decía TERESA DE CALCUTA: "Hay que dar hasta que duela")
En una ocasión, antes de dar inicio a mi sección diaria 'Semillas para el espíritu', del programa 'Muy buenos días', me dijo Mario, el presentador:
'Papá Jaime, hay una niña discapacitada que vive con su tía en un barrio pobre de la periferia, en condiciones infrahumanas, y necesita una silla de ruedas'.
Ese día conté en el programa el caso de esa niña y hablé de la importancia del servicio amoroso y de dar sin esperar retribución. Recuerdo haber dicho enfáticamente que aquellas cosas inutilizadas tras seis meses ya no son propias y, por lo tanto, deben darse a alguien que las necesite.
Expliqué con claridad que 'los cuartos de lo viejo', donde se guardan cobijas, herramientas, cuadros, bicicletas, coches de niños, juguetes, etc, etc., no deberían existir.
Al final del programa llamaron alrededor de 100 personas, 99 de las cuales dijeron que también necesitaban silla de ruedas, y sólo una señora ofreció una silla que podían pasar a recoger.
Le dije a la señora que sería una buena idea que ella fuera con la silla al estudio de televisión para que juntos se la entregáramos a la niña, que vivía en un barrio de Ciudad Bolívar. La señora me respondió que confiaba en mí, que no había problema en que yo recogiera la silla, y le comenté que no era cuestión de confianza, sino de que ella sintiera la satisfacción de entregarla personalmente:
'Yo quiero que usted me acompañe y experimente el placer tan grande que es dar, y la felicidad que se siente al servir. Quizá usted no tiene idea de lo rico que es experimentarlo'. Le expliqué entonces que una cosa es conocer a fondo una manzana, su textura, su color y su forma, y otra meterle un buen mordisco y experimentar su sabor.
Después de esto, ella accedió y nos fuimos al cerro del Ahorcado, en Ciudad Bolívar (La zona urbana de Ciudad Bolívar que es una de las partes más pobres e inseguras de la ciudad de Bogotá en Colombia), al que algunas veces la gente sube para colgarse de un árbol debido a la desesperación.
El alcantarillado iba por fuera y rodaba por un canal enclavado en la pendiente. Al sentir el frío y la podredumbre del ambiente la señora quería regresarse, pero finalmente llegamos al cuarto oscuro y denso donde se encontraba aquella criatura de doce años.
Según nos contaron, los senos incipientes de la niña estaban totalmente estropeados por los callos y las llagas, pues llevaba gran parte de su vida arrastrándose por el piso como una culebra. Al levantarla de la cama sentí un olor peor que el de las alcantarillas. Entonces la sentamos en la silla de ruedas y fuimos a dar una vuelta.
En cuanto la niña salió a la luz del sol y vio la montaña empezó a dar unas risotadas exageradas. Por un momento creí que era retrasada mental, pero lo que sucedía realmente era que nunca había salido a dar un paseo y era pleno año 2004 y ella nunca había visto ni un vehículo...
Continuamos nuestro paseo hasta llegar a una esquina donde nos dijeron que preparaban un asado muy rico y decidimos probar. Mientras comíamos, la señora lloraba y lloraba. Le pregunté entonces por qué lloraba tanto y me respondió:
'Papá Jaime, usted no tiene la menor idea del motivo por el que estoy llorando'.
Le dije que, seguramente, ella debía sentirse feliz al hacer tan buena obra por aquella niña.
Y entonces me miró y me dijo con la voz entrecortada:
'Lloro, porque tuve esta silla de ruedas en el garaje de mi casa por más de ocho años. Lloro de pensar que esta niña se arrastró como una culebra durante todos estos años, mientras esa silla se oxidaba y dañaba por falta de uso. Ella nunca pudo dar un paseo como el que está dando ahora, lloro por las oportunidades que tuve para ayudar a otros y por no haber hecho nada'.
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NO GUARDEMOS NADA EN "EL CUARTO DE LO VIEJO"...
ALGUIEN PUEDE ESTAR NECESITÁNDOLO
Nos pone a pensar en que no solamente se debe compartir lo que nos sobra
(Decía TERESA DE CALCUTA: "Hay que dar hasta que duela")
En una ocasión, antes de dar inicio a mi sección diaria 'Semillas para el espíritu', del programa 'Muy buenos días', me dijo Mario, el presentador:
'Papá Jaime, hay una niña discapacitada que vive con su tía en un barrio pobre de la periferia, en condiciones infrahumanas, y necesita una silla de ruedas'.
Ese día conté en el programa el caso de esa niña y hablé de la importancia del servicio amoroso y de dar sin esperar retribución. Recuerdo haber dicho enfáticamente que aquellas cosas inutilizadas tras seis meses ya no son propias y, por lo tanto, deben darse a alguien que las necesite.
Expliqué con claridad que 'los cuartos de lo viejo', donde se guardan cobijas, herramientas, cuadros, bicicletas, coches de niños, juguetes, etc, etc., no deberían existir.
Al final del programa llamaron alrededor de 100 personas, 99 de las cuales dijeron que también necesitaban silla de ruedas, y sólo una señora ofreció una silla que podían pasar a recoger.
Le dije a la señora que sería una buena idea que ella fuera con la silla al estudio de televisión para que juntos se la entregáramos a la niña, que vivía en un barrio de Ciudad Bolívar. La señora me respondió que confiaba en mí, que no había problema en que yo recogiera la silla, y le comenté que no era cuestión de confianza, sino de que ella sintiera la satisfacción de entregarla personalmente:
'Yo quiero que usted me acompañe y experimente el placer tan grande que es dar, y la felicidad que se siente al servir. Quizá usted no tiene idea de lo rico que es experimentarlo'. Le expliqué entonces que una cosa es conocer a fondo una manzana, su textura, su color y su forma, y otra meterle un buen mordisco y experimentar su sabor.
Después de esto, ella accedió y nos fuimos al cerro del Ahorcado, en Ciudad Bolívar (La zona urbana de Ciudad Bolívar que es una de las partes más pobres e inseguras de la ciudad de Bogotá en Colombia), al que algunas veces la gente sube para colgarse de un árbol debido a la desesperación.
El alcantarillado iba por fuera y rodaba por un canal enclavado en la pendiente. Al sentir el frío y la podredumbre del ambiente la señora quería regresarse, pero finalmente llegamos al cuarto oscuro y denso donde se encontraba aquella criatura de doce años.
Según nos contaron, los senos incipientes de la niña estaban totalmente estropeados por los callos y las llagas, pues llevaba gran parte de su vida arrastrándose por el piso como una culebra. Al levantarla de la cama sentí un olor peor que el de las alcantarillas. Entonces la sentamos en la silla de ruedas y fuimos a dar una vuelta.
En cuanto la niña salió a la luz del sol y vio la montaña empezó a dar unas risotadas exageradas. Por un momento creí que era retrasada mental, pero lo que sucedía realmente era que nunca había salido a dar un paseo y era pleno año 2004 y ella nunca había visto ni un vehículo...
Continuamos nuestro paseo hasta llegar a una esquina donde nos dijeron que preparaban un asado muy rico y decidimos probar. Mientras comíamos, la señora lloraba y lloraba. Le pregunté entonces por qué lloraba tanto y me respondió:
'Papá Jaime, usted no tiene la menor idea del motivo por el que estoy llorando'.
Le dije que, seguramente, ella debía sentirse feliz al hacer tan buena obra por aquella niña.
Y entonces me miró y me dijo con la voz entrecortada:
'Lloro, porque tuve esta silla de ruedas en el garaje de mi casa por más de ocho años. Lloro de pensar que esta niña se arrastró como una culebra durante todos estos años, mientras esa silla se oxidaba y dañaba por falta de uso. Ella nunca pudo dar un paseo como el que está dando ahora, lloro por las oportunidades que tuve para ayudar a otros y por no haber hecho nada'.
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NO GUARDEMOS NADA EN "EL CUARTO DE LO VIEJO"...
ALGUIEN PUEDE ESTAR NECESITÁNDOLO
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