Ningún día es igual a otro, cada mañana
tiene su milagro especial, su momento mágico,
en el que se destruyen viejos universos
y se crean nuevas estrellas.
PAULO COELHO
APRENDIÓ EN LA NOCHE
Como un cuerpo más sobrevivido al día
helado de lutos, a coser heridas
y ser savia amanecida con la palma abierta,
para defender la leña que cruje con los primeros rayos.
Mirar de frente cada esquina, el fardo oscuro, la calamidad,
aún sintiendo los ecos del miedo en el mundo.
Se encadena a placenta y soledad,
la cometa libre de la infancia restituye las horas,
se deja llevar, sin fijar miradas que no la satisfacen,
no ver el paisaje del otro,
que ansia hacer leña de aquel que cae.
Desearía agruparlos en una misma fuente igualatoria,
sin vida de papel en un océano de tormenta.
Encima de sus años, ¡ pesa el hermano!
…con el último plazo para sobrevivir
-bajo el trueno de lo injusto-
sin poder reconstruir formas,
sin poder bordar esperanza
SENDA©2013