DESTACADO EN EL DESVÁN DEL POETA
Se aproximaban los días, el calendario pasaba sus hojas frenéticamente, demasiado rápido- se decía- porque la llegada de aquellas fechas la entristecían poderosamente.
La ciudad seguía su curso, un ritmo acelerado, un ir y venir de gentes a través de las calles llenas de ilusión porque esperaban los tan ansiados encuentros familiares, la algarabía y júbilo de los más pequeños.
Las luces con las estaban engalanados los espacios llegaban a molestarla a pesar de que, en lo más profundo, en su interior, reconocía que producían una nota multicolor con sus destellos conjuntados con las diferentes formas con las que estaban diseñadas, estrellas, espirales, trineos –toda una maravilla de arte- se decía con una sonrisa entrecortada y tímida por la pesadez de su estado de ánimo.
A pesar de todo se armaba de valor y proseguía su camino entre la muchedumbre. También ella tenía que hacer lo propio puesto que seguía pensando en aquellos pequeños que ansiaban su llegada para compartir la ilusión de las felices navidades, aquella lejana familia que esperaba su regreso para compartir lo que para todos ellos era júbilo y alegría.
Llegado el momento en el que se sentía desfallecer, decidió sentarse en uno de aquellos bancos del paseo Central para repostar fuerzas, cerró los ojos y se dejó llevar…ante ella aparecían los recuerdos, aquellas lejanas navidades en las que tan solo cuatro piedras eran suficientes para construir la cueva en la que colocaría sus figuras navideñas-¡era todo tan sencillo y tan mágico!- se veía colocando las pocas ovejitas con las que contaba, siempre dejando un lugar preferente para sus queridos Reyes Magos- ¡Baltasar aquí!- porque era su rey preferido y como mago, recordaría todo lo que ella había escrito en su carta con la letra aún mal caligrafiada, la goma de borrar a su lado cómplice de su aventura-sus Majestades verán que me he esforzado-.
Nunca había sido demasiado exigente y no se excedía en sus pedidos, además sus padres le habían explicado que eran muchos los niños y que por tanto era necesario actuar comedidamente no fuese que por egoísmo se agotaran las reservas y algunos niños dejarían de ser felices por su culpa.
De pronto la figura de su padre parecía que estaba a su lado diciéndole- ¡ya es Navidad, prepara tu pandereta que saldremos a cantar por todas las casas del barrio!-, esa era la costumbre y en la mayoría de ellas daban una pequeña propina o un rosco navideño con el que saciaba su paladar y recuperaba las fuerzas necesarias para seguir cantando.
A su paso centenares de familias hacían lo propio, el ambiente era cálido y los aromas de canela, anís… junto con el humo que desprendían las chimeneas del pueblo, por muy cruda que fuese la noche, el frío no calaba en sus huesos.
Por un instante percibió aquella mezcla de olores que habían quedado estampados en su memoria, como la mejor obra de arte realizada por un pintor cuya destreza con el pincel perfilaba minuciosamente cada detalle en su magnífica obra.
Ensimismada en su viaje por los recuerdos no pudo ver que a su lado se sentaba un anciano y ante su saludo volvió a la realidad. Conversó con él educadamente unos momentos y se despidió argumentando la infinidad de cosas que aún le quedaban por terminar-una piadosa excusa, se dijo-puesto que poco le quedaba por ultimar, cerrar sus maletas y prepararse para el viaje de retorno hacia su tierra natal.
Una vez allí montar el pesebre era rápido, ya no era necesario buscar las pequeñas piedras para la cueva.
La llegada se produjo sin incidentes, al ver las primeras casas su espíritu parecía renacer, las bocanadas de aire que introducía en sus pulmones estaban llenas de avaricia por absorber todo lo que tanto echaba de menos.
Al igual que si de un ritual se tratase, subió las escaleras con avidez porque para ella subir a la terraza era lo máximo, allí parecía que alcanzaba el Cielo.
Miró hacia un punto del horizonte próximo, fijo la mirada en su objetivo, en aquella montaña poblada de pinos y… en aquel momento una luz invadió todo su espacio cubriéndola de una fuerza que creía perdida, de un entusiasmo aparcado en su interior que hasta le hizo sentir aquella voz cálida que tantas veces la había acompañado cantando los villancicos navideños.
La transformación fue más que evidente, no había cansancio, no había tristeza ni añoranza, sintió que la Navidad era la época más maravillosa del año, bajó las escaleras, cogió la mano de su hijo y con la pandereta en mano salió a la calle feliz contenta, a cantar como tantas veces lo había hecho… se había apoderado de ella milagrosamente…¡¡¡ LA MAGIA DE LA NAVIDAD!!!.
SENDA