También cultivó la literatura infantil en libros como La nieta del duque (1958), además de publicar varias novelas, entre otras, La ciudad desierta (1958), Los desgajados (1961), Tribunal de la muerte (1963), Una paloma en la tormenta (1964) o Donde el amor cambia de nombre (1969), la verdad es que sin demasiada fortuna, aunque se contase entre los finalistas de los premios Nadal, Ciudad de Barcelona y Planeta. Quizá la excepción fuera la novela El suburbio de don Tomás, con la que obtuvo el Premio Miguel de Unamuno 1955. De igual modo, en su momento alcanzaron cierta repercusión los numerosos libros que escribiera con el seudónimo de Paul Reader, tales como Exploraciones famosas (1962), Lacras sociales (1967), Biografía de las pasiones (1967), Cárceles famosas (1973) y Biografía de las perversiones (1973), entre los más destacados. Aparte de libros tan diferentes como El insaciable Eros (1971), por el que fue procesado, José Antonio. Biografía (1983), Historia de la Legión española (1984), Los generales de Franco (1984) o ¿Quién es quién en la nobleza española? (1985).
Por si ello fuera poco, Carlos de Arce tuvo tiempo para dedicarse al periodismo literario, cuyo trabajo puede apreciarse en reportajes como Por Europa en autostop (1968), o bien en Escritores españoles (1956-1959) y Grandeza y servidumbre de 20 premios Planeta (1972). Sin embargo, entre quienes nos dedicamos a la historia de la literatura y, en concreto, a la de la narrativa breve, vamos a recordarlo sobre todo -más que como autor de un libro de cuentos, La naranja (1954)- por dos volúmenes de tono periodístico, imprescindibles en la reconstrucción de la historia del género en uno de sus momentos más brillantes del pasado siglo. Me refiero a la antología Cuentistas contemporáneos (1958), en la que -entre otros autores de menos interés- incluyó a Cela, Delibes, Aldecoa, Ferrer-Vidal, Matute, Lauro Olmo y Daniel Sueiro, y al volumen titulado Premios Sésamo. Cuentos (1975), donde se traza la historia de este importante galardón literario, entre cuyos finalistas se contaría el autor, en alguna de sus convocatorias, además de recogerse casi todas las piezas ganadoras.
Por lo visto, su sino fue el de ser un constante finalista de premios literarios, pero en el recuerdo de quienes nos dedicamos a este raro oficio quedarán sus curiosos reportajes, pues sin ellos, hoy sería mucho más difícil reconstruir la historia literaria de nuestra posguerra. Su blog, cuya última entrada data de octubre de 2006, puede seguir consultándose hoy en la red.
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.